sábado, 10 de noviembre de 2012

Vivir en comunidad

Vivir en comunidad requiere de muchos elementos; entre los cuales está el respeto por las normas, la participación y la consideración por el vecino.

En un principio, pareciera que conjugar estos elementos es una tarea fácil y que no requiere de mayores esfuerzos. Nada más alejado de la realidad.

En nuestra comunidad, lamentablemente, el respeto a las normas depende proporcionalmente a la disponibilidad de los miembros de esta comunidad en vigilar su cumplimiento y alertar las desviaciones observadas.

Por su parte, la participación es una palabra que se aleja cada vez más de nuestro vocabulario. Para muchos, participar es solamente dirigirse a la Junta de Condominio cuando existe algún evento de disconformidad. Participar, significa tomar parte en algo, pero también tener parte en una sociedad.

Nuestra comunidad requiere esfuerzos importantes y perentorios en los que la participación juega un papel principal. Culturalmente, estamos acostumbrados a que pequeños grupos de personas dicten las pautas que enmarcan nuestro comportamiento, no sólo porque no nos interese participar en ello, sino también porque creemos que su incumplimiento no tiene consecuencias.

Al siquiera sospechar que nadie vigilará el cumplimiento de las normas y la práctica de los principios y valores, la acción individual siempre se desarrolla al margen de los establecido para el bienestar social. Y es lógico, el bienestar de todos exige esfuerzos individuales y cierto grado de restricción.

Por ejemplo, si alguien en su casa – sumergido en la felicidad absoluta – quiere escuchar música; seguramente no pensará en el vecino que no durmió o que tiene dolor de cabeza. Así que cuando suba el volumen de la música y ajuste los bajos de su equipo de sonido, lo hará porque cree que la libertad de escuchar la música en los niveles que le plazca en su apartamento, no debe considerar su efecto en el entorno.

Nada más marginal y alejado de las buenas prácticas que como vecinos debemos aplicar a diario. El derecho de disfrutar nuestro apartamento a plenitud, comienza con saber que acciones van en detrimento del bienestar del vecino. La cultura del macho machón, o del malandro de barrio se pudieron justificar en el pasado, pero hoy en día requiere la atención por parte de los vecinos.

Si alguien quiere comprarse un equipo de sonido, debe considerar adecuar los espacios donde estará ubicado para que su disfrute no moleste al vecino. Ya que él (el vecino) seguramente puede comprarse uno más “potente” y al poco tiempo lo que vamos a tener es una guerra de minitecas.

La consideración por los demás no se norma, ya que se supone que el sentido común ayuda a regular las acciones que pudiesen afectar al prójimo. El problema del sentido común es que uno no ve la realidad como es, sino como somos. Y si alguien es desconsiderado por naturaleza, el significado de consideración no será el mismo.

Es por ello que crear un conjunto de normas, principios y valores no sólo nos permitirá disfrutar de mejor calidad de vida, sino que contribuirá a que las distintas culturas individuales logren acoplarse en el marco del comportamiento social de la comunidad.

Es importante que TODOS los que residimos aquí internalicemos la importancia de construir civismo a los efectos de contribuir con una calidad de vida que represente nuestro gentilicio.

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